domingo, 16 de marzo de 2008

La hombria de bien y los cargos

Me contaban el otro día de una persona elegida para un cargo de presidente de una asociación con una amplia representación social, no política, que había presentado su candidatura, tras largos años de pertenencia a la misma con una declaración de intenciones de consolidación de la sociedad, acuerdo amplio de todas las tendencias todo ello basado en el diálogo y la fraternidad. Las palabras duraron apenas unos meses más sobre la fecha elección del personaje para el cargo.

Se transmutó, decía el amigo que me lo contaba, empezó por proponer la expulsión del vicepresidente por desacuerdos, y acabó intentando pasar por encima de los críticos de sus formas despóticas y contrarias a la reglamentación de la sociedad, que además eran mayoría. Nadie, ni los que lo habían conocido antes, lo reconocían en aquel personaje rabioso y obsesionado que estaba dispuesto a crear un cisma antes que consentir que le pudieran llevar la contraria.

Me acordé entonces de otra historia que me había contado otro amigo y que había sucedido en su comunidad en la que había sido sometido a un linchamiento feroz por parte de una pequeña parte de sus vecinos encabezados por una persona a la que durante muchos años había considerado amiga y que tras ser elegida para la presidencia de la comunidad sacó todo el mal fondo que nunca había demostrado, dedicándose a difamar a mi amigo, provocó el enfrentamiento entre los vecinos e incluso llegó a amistare con otro vecino del que había protestado llorando porque la había insultado, porque no la dejaba dormir con sus ruidos nocturnos, llevando a este amigo mío que era el presidente anterior hasta el enfrentamiento personal, como hostigador permanente de mi amigo.

Y es que está visto que hay personas a las que les das un nombramiento y sacan lo peor que llevan dentro y que en muchos casos desgraciadamente es mucho, y cuanto más insignificante es el cargo mayor furor y falsa dignidad, mayor furia justiciera, ponen en su ejecución y hasta parece que consideraran que el cargo les ha sido dado para cubrir sus expectativas y no para servir a los demás que es la única función de todo cargo.

Como decía mi abuelo, hay dos clases de personas, ya se sabe que los abuelos siempre tienen clasificaciones para todo, las que disfrutan de la vida y las que disfrutan de joderle la vida a los demás. De estos últimos hay que cuidarse siempre, porque dedican todo su tiempo y energía, bajo la bandera de una indignación que sale de su amargura y resquemor, a la murmuración, a la difamación, al linchamiento gratuito de aquellos a los que no son capaces de seguir, no importan la verdad ni la razón, son seres intrínsecamente amorales y por tanto capaces de justificar cualquier actuación porque ellos son la única verdad y la única ley. Huid si estáis a tiempo, si no paciencia y que el tiempo os restituya lo que se haya quedado en el camino.

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